Lecciones del pasado y el futuro

Guillermo Granillo

Lecciones del pasado y el futuro, es una historia que habla sobre reflexionar en el presente para no arrepentirnos en el futuro, ya que cuando se ama sin inteligencia alguna, podemos cometer los mas grandes errores, pero aprender y evitarlos ante de que ocurran puede ser un camino mas apropiado, por ello la importancia de tomar los mejor del pasado y decidir lo que no se quiere experimentar en el futuro.

Hoy me levante por la mañana, como casi todas las mañanas; cuando desperté y me metí a bañar, no pensaba que durante el traslado a mi trabajo tendría la oportunidad de valorar aún más mi relación con mi pareja.

Soy un hombre de treinta y siete años, de 1.76 de alto aproximadamente, moreno, robusto y de cara ovalada, tengo el cabello negro con algunas contadas canas que se asoman, es bastante abundante, negro y quebrado, parecer que traigo una melena de león, por la forma en que se me alborota, tengo ojos negros, medianos, ligeramente rasgados, parecen mas pequeños de lo que realmente son, uso anteojos redondos y amplios con armazón en color dorado y terminados en color madera, de nariz ancha y labios delgados.

Al salir dirección a la oficina, tomé como todos los días camino al transporte público, iba pensando en varias cosas, pero nada en concreto que pudiera resultar trascendental, pensaba en mi trabajo, también, que un compañero en particular había pedido permiso para hacer trabajo desde casa, que no iría a trabajar y que yo tenía que terminar y enviar un reporte, como dije nada que no fuera normal.

Después de unos diez min de caminata, entre finalmente a la estación del metro, mientras bajaba las escaleras, la señora de las gelatinas, como todas las mañanas ofrecía su producto, en este caso una o dos gelatinas, asumo que casi terminaba, honestamente no me fije mucho; seguí en mis pensamientos y pase de largo, saque mi tarjeta de acceso y cruce los torniquetes, camine hasta los andenes y espere el metro…

Las puertas del vagón se abrieron, a esta hora es muy normal que el vagón este vacío. Entre sin poner mucha atención a la gente que dentro se encontraba, ubique un lugar y me senté como lo habría hecho en cualquier otra ocasión.

Frente a mí, se encontraba ya sentada una pareja, que comenzó a llamar mi atención, era una pareja de personas ya grande de edad, ella quizás alrededor de los setenta y dos y él un poco más pegándole a los setenta y cuatro, quizás, en otro día cualquiera estoy seguro que no les habría puesto atención, pero lo que comenzó a atraerme, fue la forma en la que la señora miraba al señor y este ni siquiera se percataba de eso.

Ella tenía el cabello blanco y canoso, todo recogido en un chongo, su tez era blanca, su piel lucia ya arrugada, tanto en su rostro, como en su cuello y en sus manos, tenía orejas pequeñas y estas dejaban ver unos pendientes igualmente pequeños, tenía los ojos cafés, usaba anteojos de armazón grueso y de color blanco, en la parte superior las esquinas exteriores terminaban en punta y por debajo eran redondos, me recordaron a unos que usaban las secretarias de la televisión antigua, su nariz era pequeña al igual que su boca la cual estaba cuidadosamente pintada de un labial color rojo.

Lucia de escasos recursos, pero no por ello dejaba de lucir bella en su muy particular estilo, usaba una blusa café, la cual tenía tres capas de olanes también color café y unos botones blancos, muy blancos y de un particular brillo, encima un suéter azul claro abierto, el cual definitivamente no combinaba, llevaba una falda verde con estampado cuadriculado, por debajo de las rodillas, las líneas que delimitaban los cuadros eran negros y cafés, pude notar una pequeña muestra de que la falda tenía ya sus años, en su lado derecho lucia una marca de que la tela se había jalado y que había sido remendada, también llevaba medias negras, aunque se podía notar debajo de ellas, su piel ya pigmentada, de igual manera lucia estas marcas en diversas partes de su cuerpo, marcas que deja la edad, finalmente, calzaba unos zapatos de piso color negros.

El hombre era completamente calvo, de orejas grandes, ojos grandes y obscuros, tenía nariz mediana, labios medianos, mantenía un semblante serio y su frente era sumamente amplia pero ceñida, así con ese gesto entre serio y molesto, estuvo casi todo el tiempo que duro nuestro viaje.

Al igual que su esposa, también las arrugas hacían acto de presencia en su rostro, cuello y manos; lucia debajo de su cuello, un pequeño trozo de tela que se asomaba indudablemente correspondía a una playera cuello redondo color naranja, esta a su vez asomada debajo de un suéter también anaranjado, que igualmente era de cuello redondo, al frente y por debajo de su suéter asomaba una cangurera negra, se veía ya vieja y algo gastada, su atuendo continuaba con su pantalón que era de mezclilla azul claro, de forma similar a su esposa, lucia una marca de desgaste, solo que esta era en la pierna izquierda, dicha marca abarcaba casi todo el muslo, usaba calcetines grises y su atuendo concluía con unos zapatos negros.

Él miraba al espacio, del lado contrario a su esposa, miraba hacia arriba en dirección a los letreros de las estaciones del metro. Mi viaje dura aproximadamente veinte minutos en el transporte público, durante este tiempo vi voltear a la mujer a mirar al hombre no menos de quince veces, cada vez que lo hacia su semblante era totalmente sumiso, rendido a aquel hombre que tenia de frente.

En este mismo periodo de tiempo, el hombre volteo y miro a la mujer le dijo unas palabras que no alcance a escuchar, pero ambos se sonrieron, me pareció una bella señal, pero no prospero, antes de llegar a la siguiente estación el volvió a mirarla le volvió a decir algo que me fue imposible entender una vez más y nuevamente se sonrieron, entonces pensé, esta pareja se ama, realmente se ven bien juntos, creo que son un gran matrimonio.

El tiempo continuo su marcha y no volvieron a dirigirse la palabra, la única constante era la mujer mirándolo de vez en vez con esa mirada de admiración y respeto combinada con enamoramiento, pero él seguía sin siquiera notarlo, o quizás lo disimulaba muy bien, si es que sí lo había notado.

Casualmente se bajaron en la misma estación donde yo debía bajar también, se levantaron delante de mí, aunque no se tomaron de la mano, pero para cruzar la puerta del vagón; él le dio el brazo y ella se tomó del mismo, mis pensamientos nuevamente me traicionaron y una imagen de mi esposa conmigo en el futuro, más o menos a la misma edad, estaría sucediendo exactamente así, ambos del brazo.

Salieron del vagón del metro y cual fue mi sorpresa, una vez que bajaron, ella se soltó de él y entonces él comenzó a caminar mas de prisa, dejando un espacio de al menos cinco pasos entre ellos.

Al final pase a lado de ellos, ya que caminaban mas despacio que yo, lo ultimo que recuerdo que pensé al respecto, fue:

“Cuando llegue a su edad“, si mi esposa aún sigue conmigo, no dejare de tomarla de la mano, de voltear a mirarla, mientras ella, me mira directamente a los ojos, tal vez como aquella mujer miraba a su esposo y/o ¿por qué no?, mucho más, tampoco dejare de caminar con ella a mi lado, de mi brazo, como mi igual y no detrás o delante de mí.